CRITERIOS PARA LA EVALUACIÓN CONTINUA
La Unidad de aprendizaje, es la estructura de conocimientos integrados en temas o bloques de contenidos que favorecen los aprendizajes significativos de la realidad académica. Sus componentes integran una competencia, donde el profesor se convierte en diseñador y facilitador del proceso y sitúa al alumno como el principal constructor de su aprendizaje.[1]
La Evaluación continua del rendimiento escolar, se refiere al proceso sistemático e integral de conocimientos científico-técnicos y teórico-prácticos que sobre bases objetivas válidas y confiables, se concreta en una valoración asignada al estudiante, según el cumplimiento de las actividades curriculares (tratamientos permanentes de los objetivos de aprendizaje, tanto informativos como formativos ya sean éstos declarativos, procesales y/o actitudinales).[2]
Esta evaluación de la evidencia del aprendizaje, hace referencia a la posición individual y de grupo, de los conocimientos, capacidades y/o habilidades que favorecen al estudiante a su desempeño profesional[3]. Implica la adquisición de bases para aplicarlos en una variedad de contextos y organizaciones laborales.[4]
La evaluación continua requiere de normas que, para los profesores, se convierten en metas de instrucción buscando que los estudiantes logren los niveles superiores mínimos requeridos para ser promovidos o acreditados.[5]
[1] IPN. Materiales para la Reforma. Vol., 15. (2003).Dirección de publicaciones, Tres guerras 27, 06040, México, DF. Pp 216
[2] Ídem. Pp 109
[3] Ídem. Pp 30,
[4] Ídem. Pp 62
[5] Ídem pp 168
La Unidad de aprendizaje, es la estructura de conocimientos integrados en temas o bloques de contenidos que favorecen los aprendizajes significativos de la realidad académica. Sus componentes integran una competencia, donde el profesor se convierte en diseñador y facilitador del proceso y sitúa al alumno como el principal constructor de su aprendizaje.[1]
La Evaluación continua del rendimiento escolar, se refiere al proceso sistemático e integral de conocimientos científico-técnicos y teórico-prácticos que sobre bases objetivas válidas y confiables, se concreta en una valoración asignada al estudiante, según el cumplimiento de las actividades curriculares (tratamientos permanentes de los objetivos de aprendizaje, tanto informativos como formativos ya sean éstos declarativos, procesales y/o actitudinales).[2]
Esta evaluación de la evidencia del aprendizaje, hace referencia a la posición individual y de grupo, de los conocimientos, capacidades y/o habilidades que favorecen al estudiante a su desempeño profesional[3]. Implica la adquisición de bases para aplicarlos en una variedad de contextos y organizaciones laborales.[4]
La evaluación continua requiere de normas que, para los profesores, se convierten en metas de instrucción buscando que los estudiantes logren los niveles superiores mínimos requeridos para ser promovidos o acreditados.[5]
[1] IPN. Materiales para la Reforma. Vol., 15. (2003).Dirección de publicaciones, Tres guerras 27, 06040, México, DF. Pp 216
[2] Ídem. Pp 109
[3] Ídem. Pp 30,
[4] Ídem. Pp 62
[5] Ídem pp 168
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